El edificio Johnson Wax es la prueba de que un empleado aumenta su productividad con un buen diseño de interiores

En 1935 Herbert “Hib” Johnson, quería darle a la empresa de su familia una imagen más moderna mediante la construcción de nuevas oficinas.

Para realizar tal labor, quiso contar con la ayuda de Frank Lloyd Wright, quien en un primer momento se negó a ofrecer sus servicios ya que consideraba el proyecto del todo inadecuado. Pero Hib Johnson no cedió a su propuesta de crear un pequeño complejo urbanístico donde colocar las oficinas en medio de una zona verde más alejada de la ciudad. Quien logró convencerlo de aceptar este proyecto fue Olgivanna, la esposa de Wright, ya que este se encontraba en una etapa profesional muy poco productiva.

Lo único que la compañía pidió a Wright fue que su proyecto interpretase la idea del sueño americano, que creara un lugar en el que el trabajador estuviera contento en su puesto, se sintiera realizado profesional y personalmente y donde todos se sintieran como una gran familia. Años después el propio Hib Johnson admitió que gracias a la nueva organización de las oficinas y al ambiente que se había logrado crear, el rendimiento de su empresa había mejorado un 25%.

El edificio se encuentra situado en 1525 Howe Street de la población de Racine, Wisconsin, a 200 kilómetros de distancia de Chicago, sobre la orilla del lago Michigan. El barrio donde se encuentra, es una zona industrial que no agradaba a Wright, pero en donde el cliente insistió que debía situarse el edificio. Fue así que se vio en la obligación de proyectar un entorno que para él no tenía nada que ofrecer, y dejó clara muestra de ello proyectando el edificio como si de una fortaleza se tratase, con grandes paredes de ladrillo ciegas, entradas de luz cenitales, espacios que se pliegan sobre sí mismos hacia el interior, negando por completo el exterior. Solucionando la relación de un entorno insalubre y hostil, el edificio no tiene ventanas, sólo largas fachadas ciegas y paredes contundentes de ladrillo rojo.

El edificio debía convertirse en icono de la empresa, pero Wright quiso huir de aquella imagen típica de la época donde una gran compañía se identificaba con la entrada a un gran edificio, y por eso creó una fachada totalmente ciega, llevando el acceso a una discreta posición en el costado. Con esto, buscaba conseguir que el edificio fuese la imagen del proyecto completo lo que la gente recordase al pensar en Johnson & Sons.

La luz jugó un papel fundamental en todo el proyecto. Wright buscó que la luz llegase de forma uniforme a todos los rincones, y para lograrlo utilizó dos recursos; deshacer las cornisas y aprovechar los espacios residuales entre las circunferencias que sus columnas generaban en el techo. De este modo Wright no sólo logra llevar luz natural al interior, también crea un tipo de cornisa nunca visto hasta entonces, algo que nos da una idea de hasta qué punto consideraba su arquitectura única, un nuevo estilo diferente a todo lo que se había hecho hasta entonces.

Para Wright el coche era una parte innegable de la arquitectura, dejarlos en un segundo plano era absurdo para él. Por eso, los coches accedían al edificio por una discreta entrada en el lado oeste hasta el centro del edificio, buscando su lugar en un aparcamiento de techos bajos, soportado por columnas que le dan un aspecto de gruta. En cambio, los peatones utilizaban el mismo espacio del aparcamiento para llegar a la entrada principal del edificio. Mientras se trabajaba bajo el techo de Johnson & Son´s todos los empleados son iguales, tal y como Hib Johnson había pedido a Wright, una excelente interpretación del sueño americano.

Las áreas de administración se sitúan en un segundo piso, a lo largo de una pasarela que rodea la sala principal y la contempla. En esta segunda planta se ubica también un lugar común para todos los empleados, un auditorio que se usa a su vez como cafetería o sala de descanso y donde sobre una pequeña tarima se pueden dar pequeños discursos a los empleados. Un tercer piso, este sí de acceso restringido, alberga una sala de juntas y la oficina privada de Hib Johnson, que cuenta a su vez con el único espacio abierto del edificio, una pequeña terraza en la azotea.

Diez años más tarde la empresa se vio obligada a ampliar sus oficinas debido a la buena marcha del negocio y Hib Johnson decidió volver a llamar a Wright para proyectar una torre adyacente donde se ubicarían los laboratorios.

Wright quiso entender esta torre como parte inseparable del conjunto, quería que ambas fases del proyecto fuesen una sola. Por ese motivo no dotó a la nueva torre de una entrada propia sino que colocó ésta dentro del edificio existente.

El edificio se sostiene mediante 60 columnas de 6,5 metros de altura, con una base de sólo 22 cm que se expanden al llegar al techo cubriendo toda la superficie. Debido a la novedosa estructura causó mucha desconfianza entre las autoridades, quienes solicitaron un estudio minucioso de la misma y exigieron realizar una prueba real con un pilar modelo. Cada pilar debía ser capaz de soportar 6 toneladas de peso, sin embargo, debido al escepticismo que esta estructura generó, la comisión sólo los aprobaría si eran capaces de soportar el doble.

Dicha prueba fue realizada el 4 de Junio de 1937. Por supuesto, la columna soportó sin problemas 6 toneladas y luego 12, pero Wright, ofendido por la desconfianza de las autoridades ordenó seguir añadiendo peso al pilar, hasta que finalmente se colapsó tras soportar 60 toneladas.

Las columnas son, además del elemento característico del proyecto, un punto clave a la hora de proyectar el edificio, ya que no sólo le dan un orden espacial sino que son las encargadas de llevar todas las instalaciones a lo largo del edificio.